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Friday, June 25, 2021

Bendito y maldito anónimo


Me senté en la mesa de granito del patio con la libreta de calificaciones de la escuela. Mis notas eran malas. Estaba seguro de que mi papá no me la iba a firmar. La última vez lo había hecho por lástima y fue tajante: “si no mejorás, chau escuela, de patitas a trabajar con tu mamá en el bar”.
 
Sentí pánico. No quería perder a mis amigos ni los recreos para jugar a la pelota. La garganta se me cerró y tragar aire fue tan difícil como chupar un mate con la bombilla tapada. Me largué a llorar, no quería vivir más. Pensé en treparme al paredón de Vietnam y estrellarme de cabeza contra el piso.
 
Mi mamá apareció de golpe. Escondí la libreta para que no viera las notas, pero ni siquiera me advirtió a su lado. Quedó mirando fijo en dirección a la pajarera. En sus manos tenía un papelito doblado por la mitad y también se largó a llorar. No lloraba de miedo como yo, sino de rabia.
 
–¿Qué te pasa mami?
–Nada me respondió aspirando un sorbo largo de aire y sorprendiéndose de que estuviera a su lado.
–¿Por qué llorás?
–Por nada Nenuchín, por nada – me contestó, expulsando hasta la última gota de aliento.
 
Pocas veces la había visto llorar. Me resultaba raro que siempre lo hiciera con ese misterioso papelito en la mano y en el mismo lugar. La dura mesa de granito parece que tenía propiedades extrañas, reflejaba el sol como espejo, rebotaba la lluvia, pero era una esponja a la hora de absorber lágrimas y penas.  
 
Mi mamá venía bajoneada desde la noche anterior. Había discutido con mi papá en la cena hasta que los gritos inundaron la casa.
 
–No tenés vergüenza. Me hiciste quedar como una cornuda y una estúpida.
¿De qué estás hablando? ¡Estás loca! – reaccionó desprevenido mi papá.
–Está todo aquí – le reprochó con el papelito en la mano.
–¿De qué estás hablando? ¡¿Ese es el maldito anónimo?!
–Ya no aguanto más. No tenés perdón de Dios – respondió, blandiéndole el papelito con una marca del Zorro ante sus narices.
 
Mi papá se lo arrebató y con un paneo relámpago trató de leer en cuatro segundos unas diez líneas que mi mamá se las recitaba de memoria como si fuera el Padre Nuestro desde hace más de mil años. Nervioso y temblando de bronca no pudo descifrar todos los renglones sobre el papel arrugado y envejecido salpicado con manchas de tinta fuente. Detectó errores de ortografía, palabras en piamontés y parecía escrito como si una persona diestra hubiera usado la zurda para no delatarse. Le saltó a la vista “ojo con la otra” y una firma a las apuradas cayéndose del papel: “Tu ángel y protectora”.
 
Le devolvió el papel a mi mamá y también se desquitó chantándole la marca del Zorro en la cara.
 
–¿Quién te mandó esto? Le crees a cualquiera. Seguro que fue alguna de tus amiguitas, celosa de que vinimos a San Francisco.
–No desvíes la conversación. No puedo vivir así. ¿Con quién me estás engañando?
–¿Sos o te hacés? Te hablan del pasado y me atacas cinco años después.
–¿Con quién me pusiste los cuernos?
–Estás de remate. Jamás te traicioné.
 
Mi mamá guardó el papelito pensando que lo necesitaría para librar otros rounds en el futuro. Lo escondió dentro de su libretita amarillo limón entre estampitas de vírgenes, alabanzas y papelitos sueltos con sus vergüenzas y mortificaciones más profundas.
 
Supe de la existencia de la libretita una vez que se la olvidó sobre la mesita de luz adonde me envió a buscar una estampita. Estaba abierta y cuando me dispuse a abrir el anónimo, entró como una tromba y me sacó rajando. Muchas veces en sus peleas se refería a ese anónimo como uno de los detonantes por los que debieron abandonar Eustolia. Aunque lo había traído de allá, por alguna estrategia decía que el cartero se lo había entregado poco después de afincarse en San Francisco.
 
La primera vez que lo leyó vomitó hasta el alma y cuando lo quiso releer ya no pudo porque las manos le temblaban como hojas de eucaliptos en tormenta del sur. Luego, llegó a un punto que ya no sabía si lo leía cuando estaba celosa o si se ponía celosa de tanto leerlo. Por muchos años había repasado y clasificado mentalmente a todas sus amigas, primas y vecinas para saber si eran “la otra”. Nunca pudo descubrir a la sospechosa. Eso la atormentaba todavía más, porque siempre confiaba en su instinto, se sabía detallista y se creía el mejor de los sabuesos.
 
También se devanó los sesos tratando de descifrar a la autora del papelito. La quería enfrentar para preguntarle por “la otra”. También para pegarle un palazo por la cabeza por haberla mortificado por tanto tiempo. Muchas veces llegó a pensar que hubiera sido mejor pasar por estúpida a saberse cornuda.
 
Un día, sintiéndose ultrajada como trapo de piso y de que el anónimo la persiguiera como su sombra, se desahogó con mi prima Griselda.
 
–Tía por favor trató de consolarla –es un anónimo. Si fuera tu ángel y protectora te hubiera dado el nombre y chau pichu.
–No me deja vivir. ¿Quién será?
–¿La otra o la que te escribió?
–La que mandó el anónimo Griselda, si llego a ella me dirá quién es la otra.
–Tía, olvidate, es mentira. Seguro que alguien te quiso hacer un mal de ojo y como no supo, te escribió el anónimo para joderte la cabeza.
–¿Vos creés?
_¡Qué se yo! De repente fue tu cuñada.
–Callate que lo pensé. Nunca me quiso, siempre me celó por su hermano.
–Enfrentala. Andá y preguntale. No te mortifiques más. Tirá ese bendito papelito. No podés vivir así toda tu vida.
 
Decidida a enfrentar a quien creía había redactado el anónimo, esa noche diseñó un plan infalible para que mi papá la lleve ante la presunta autora del anónimo: vacío a la plancha con vino tinto, pan tostado con mantequilla de ajo como para voltear a un rinoceronte y puré de batata con aceite de oliva. De fondo, dejó que Gigliola Cinquetti cante hasta hartarse y puso seis cucharadas soperas de azúcar derritiéndose a fuego lento sobre una sartén.
 
–Llevame a hablar con tu hermana soltó mi mamá con miedo a que mi papá saltara como resorte –quiero saber de una vez por todas si ella me mandó el anónimo.
–¿Cuándo? – la sorprendió mi papá medio anestesiado por el efecto del ajo y porque el aroma del azúcar quemado le demolía todas sus defensas.
–¡Mañana mismo! – enfatizó mi mamá para no dejar escapar el envión, dibujando una sonrisa tan amplia como las vidrieras de las Grandes Tiendas Excelsior.
 
Le daba miedo tener que enfrentar a mi tía, pero quería resolver el misterio. Necesitaba la verdad.
 
Recorrieron los cincuenta kilómetros hasta la casa de mi tía Rosita en el campo en Eustolia sin dirigirse una sola palabra, cada uno enfrentando a sus propios miedos. No sabían cómo reaccionaría mi tía, quien había heredado el carácter duro de su mamá, la nona Chinta. Lo más probable era que negara a rajatabla la acusación y dejara el futuro tan incierto como el pasado. Mi papá seguiría siendo sospechoso toda su vida y mi mamá, víctima y fiscal al mismo tiempo, deambularía hasta en la eternidad con sus cuernos a cuestas.
 
–¡Qué sorpresa! – los recibió mi tía con sonrisa de oreja a oreja, aunque al segundo la desdibujó –¡qué cara de velorio que traen! ¡Qué pasó!
–La Tota quiere preguntarte algo – rompió mi papá, tratando de alejarse del problema.
–Pasemos y nos tomamos unos mates – dijo mi tía con cara más adusta, tratando de adivinar por donde vendrían los tiros.
–Rosita, no quiero ir con rodeos – empezó mi mamá mirando hacia el piso –pero me tengo que sacar una espina que tengo clavada en el pecho.
–¿De qué espina me hablás Tota?
–Siento que nunca me quisiste. Que te robé a tu hermano.
_Pero Tota... es verdad que siempre fui muy sobreprotectora de mi hermanito, pero no es que no te quiera. Con el tiempo entendí que lo mejor para ustedes era irse a la ciudad. Eso ya pasó.
–Sí, pero yo hablo de esto – dijo mi mamá y tiró el papelito que flameó hasta caer patas arriba sobre la mesa.
 
Mi tía abrió los ojos grandes como lechuza, mi papá miró para arriba encomendándose a todos los santos y mi mamá puso cara de “esta no te las esperabas”. Mi tía se puso los lentes, levantó las cejas como hacían todos los Trotti y leyó por unos segundos tan interminables como los que tardaba John Wayne de morir desangrado al final de las películas.
 
–¿De dónde sacaste esto Tota? – dijo exultante mi tía como si hubiera encontrado un diamante.
–Me has herido mucho todo este tiempo – expresó mi mamá a la espera de que mi tía confiese.
–Esto no es tuyo. Nunca te lo mandé. ¡Devolvémelo!
–No te hagas. Me lo dejaste sobre el mostrador. Te puedo perdonar, pero no que hayas jugado conmigo tratándome de estúpida por tantos años. Al menos decime quien es la otra.
 
En ese momento fue mi papá el que se sintió estúpido. Le reclamó a mi mamá por haberle mentido. Recién ahí supo que el anónimo no lo había recibido en San Francisco sino años antes en Eustolia.
 
–Tota. Me mentiste siempre. Yo era soltero en esa época.
–Da lo mismo. Me engañaste aquí o en San Francisco o en la Quiaca. Ese no es el punto. Lo que no tolero es que me hayan plantado tanta cizaña con este maldito anónimo. Así que mejor callate.
–Rosita, dejate de rodeos y confesá la verdad – prosiguió mi mamá volteando hacia mi tía.
–Tota. ¡Entendé por Dios! No te lo dejé sobre el mostrador. Lo perdí.
–¡¿Cómo que los perdiste?!
–Sí, lo perdí y anduve desesperada un montón de años buscando este bendito anónimo para que no lo viera mi mamá.
–¡Qué tiene que ver la nona Chinta en todo esto!
–Ese anónimo se lo dejaron debajo de la puerta a mi mamá y lo agarré antes de que lo viera. Parece que mi papá tuvo algo por ahí.
–¡¿Me estás jodiendo!?
–Lo agarré porque si mi mamá se enteraba era capaz de molerlo a escobazos.
–¡No puede ser! – dijo mi mamá mostrándose preocupada por la nona, aunque por dentro celebraba como si se hubiese quitado la soga del cuello.
–Fijate Tota. Este papel es más viejo que la escarapela, hasta tiene palabras en piamontés y ustedes los jóvenes ya ni hablan el piamontés.
 
Mi mamá quedó abstraída. En diez segundos pensó todo lo que había llorado y las veces que se había hartado sobre la mesa de granito con sandías enteras y bizcochitos a la grasa para consolar su angustia. Mi papá se desinfló sobre la silla como si hubiera tragado dos tarros de cloroformo y pegó un bostezo sonriente que se le vio hasta el esófago.
 
–¡Qué tal! Al final no soy una cornuda, pero me siento la estúpida más grande del planeta.
–Ves que yo tenía razón – dijo la tía Rosita y los tres se descomprimieron a carcajadas limpias.
 
Mi mamá le tomó las manos a mi papá, le chantó un beso y sintió una sensación rara en todo el cuerpo. Pensó que sería bueno detener el auto debajo de los paraísos antes de regresar a San Francisco.
 
Cuando ella primereó para salir, mi papá se dio vuelta hacia mi tía y le disparó un tiro con una pistola imaginaria como cuando de chicos jugaban a los cowboys. Sopló el caño y gesticuló un “gracias” silencioso más grande que una hectárea.
 
Después de parar debajo de los paraísos, llegaron a casa y nos preparamos como siempre ocurría tras cada reconciliación. Fuimos con nuestras mejores ropas a la pizzería Colón a festejar con pizza, pebetes y panchitos.
 
Volvimos medio apurados. Mi papá la venía manoteando debajo de la pollera y mi mamá se defendía con un “no seas loco, te ven los vecinos”.
 
Cuando llegamos a casa, mi papá dijo que se debían despertar temprano y volaron hacia el dormitorio. Notándolo muy contento me apresuré antes de que cierre la puerta. Le alcancé mi libreta de calificaciones y una lapicera. Sabía que en ese estado de contentura firmaría cualquier cosa.

–A ver, dame. ¿Qué es esto?
–La libreta papi.
–Las notas están buenas?
–Sí papi.
–Tomá Nenucho. Firmado. Andate a dormir que ya es tarde.


Saturday, December 5, 2020

La Noche de los Mejores y el homenaje a Gerardo Bedoya


Estamos orgullosos en la SIP por haber alcanzado otro logro en materia de libertad de prensa. El Ministerio de Educación de Colombia rindió tributo al periodista asesinado Gerardo Bedoya entregando un premio al estudiante que se destacó en 2020 por su contribuición al Periodismo y la Comunicación. Bedoya fue aseinado mientras fungía como director de la Sección de Opinión del diario El País, de Cali. La SIP adoptó el caso, lo investigó y presentó ante la Comisión Interamericana de Derecchos Humanos. Depués de un arduo trabajo de años, y a instacias de la CIDH, entre la SIP y el gobierno alcanzamos un acuerdo por el que se comprmoteió a adoptar muchas medidas de reparación a los familiares. Este premio que quedó instaurado para siempre es solo una pequeña parte de la debida reparación que necesitan sus familiares, la memoria de Gerardo y los periodistas y medios de Colombia.

Sunday, November 4, 2018

Salta como referencia mundial


Si fuera salteño estaría orgulloso. No solo porque la hospitalidad profunda y el servicio generoso de los salteños han cautivado a más de doscientos cincuenta directores, editores y periodistas de medios de comunicación de las tres Américas que convocó la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), sino porque Salta brincó a un plano impensado de relevancia mundial.

Tal vez los salteños no han tomado verdadera conciencia de la importancia y dimensión que tuvo la 74 Asamblea General de la SIP que El Tribuno organizó semanas atrás. El 22 de octubre, pronto a terminar la reunión de la SIP, su Junta de Directores y su Asamblea de socios aprobaron por unanimidad la “Declaración de Salta; sobre principios de libertad de expresión en la era digital”.

Se trata de un documento que al igual que el otro instrumento invaluable de la institución, la Declaración de Chapultepec que fue creada hace 24 años en el castillo de Chapultepec de la Ciudad de México, le servirá de ariete a la SIP para seguir defendiendo y promoviendo la libertad de expresión en el ecosistema digital, ante los innumerables y nuevos desafíos que han creado las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Más allá de los principios en sí mismos, la Declaración le brinda a Salta y su pueblo un nuevo argumento para fundamentar su marca a nivel mundial, sumándose a otros atributos de calidad por las que la séptima ciudad más grande de Argentina ha ganado prestigio a nivel nacional e internacional.

Bien remarca la apreciación por Salta el editorial de este 1 de noviembre del diario La Nación: “La Declaración Digital tiene el valor indiscutible de un acto fundacional, que viene a llenar un vacío. Es de celebrar que la era digital se recuerde con la marca indeleble de la Argentina, al ser bautizada como Declaración de Salta”.

Como una de las primeras herramientas de la era digital sobre las libertades de prensa y expresión, la Declaración de Salta reivindica derechos, impone límites y marca el camino de cómo deben ser garantizadas y respetadas esas libertades por los actores públicos y privados que rigen o gobiernan el ámbito digital.

El contenido del documento estipula principios irrenunciables a favor de la libertad de expresión de los ciudadanos por sobre los gobiernos, los medios de comunicación y los intermediarios tecnológicos, ya sean estos los motores de búsqueda como Google, las redes sociales como Facebook o los proveedores de servicios e internet como Telecom.

El nuevo documento, de la mano de la SIP y otras instituciones que lo harán suyo, sitúa a Salta en el centro de la escena de organismos intergubernamentales como la UNESCO, la ONU, la OEA y la CIDH; en la esfera de organismos no gubernamentales como ADEPA que esta semana hizo prevalecer el principio 9 de la declaración en reclamo por medidas judiciales que buscan limitar contenidos periodísticos y en la mesa de discusiones entre naciones, como en las Cumbres presidenciales y de cancilleres. Todos son terrenos que la SIP siempre ha aprovechado para llevar la voz cantante a favor de los oprimidos y en protesta por las violaciones a las libertades de prensa y expresión.

A partir de ahora, los 13 principios de la Declaración de Salta comenzarán a imponerse como referencia en foros internacionales, en legislaciones y fallos judiciales, así como los de Chapultepec inspiraron la creación de la Declaración de Principios de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Importante es señalar que esta Declaración no fue producto de discusiones y/o improvisaciones durante la reunión de la SIP en Salta, sino más bien Salta fue el lugar donde terminó un largo proceso de consulta, discusiones y observaciones que la SIP estuvo cosechando por meses, sirviéndose de la experiencia de otras instituciones, empresas, académicos, expertos y líderes en la materia.

Con sabiduría, la SIP estipuló que debido a los cambios y a la evolución constante de las nuevas tecnologías de información y comunicación, los principios de la Declaración de Salta podrán adaptarse a lo que dicte la conducta humana en el futuro. Pero siempre mantendrá su nombre en honor al lugar donde culminó un proceso que sirvió para iluminar principios de libertad de prensa y expresión a futuro: Salta. trottiart@gmail.com

Monday, October 6, 2014

Hong Kong: La sublevación digital

Todas las revoluciones en la historia sirvieron para denunciar opresión y exigir libertad. Sin embargo, jamás esos derechos e insubordinaciones se habían expresado con tanta rapidez y espontaneidad.
La desobediencia civil del movimiento “Occupy Central” en Hong Kong, demuestra cómo las nuevas tecnologías, en especial redes sociales y teléfonos móviles, han potenciado la capacidad de convocatoria y organización de las masas.
En la ciudad más conectada del mundo, con 2.5 celulares por habitante y donde los 7 millones acceden a banda ancha y blue tooth indiscriminadamente, y los activistas usan drones para filmar sus protestas y divulgarlas por live streaming, más que de una “revolución de los paraguas”, se debería hablar de una sublevación digital.
El éxito de esta revolución no será de quien gane más calle, sino quien mejor use las tecnologías: Los manifestantes por amplificar mejor sus derechos o las autoridades por censurar en forma eficiente esos mensajes.
Para los hongkoneses la ecuación no es fácil. Debido a la censura que empezaron a experimentar en sus redes sociales y por virus cibernéticos que destruyen sus comunicaciones, recién ahora tomaron conciencia sobre los pesares que vienen sufriendo sus connacionales en China continental.
Los esfuerzos de las autoridades chinas por censurar son sobrehumanos, porque las redes sociales, los mensajes de texto o Whatsapp son menos vulnerables que los periódicos, radio o TV. En China Facebook e Instagram están prohibidas, y la censura es habitual en Weibo, el twitter chino. Una ley reciente castiga con tres años de cárcel a quien difunda rumores por la red; y casi todo puede ser rumor.
Desde la perspectiva de los líderes chinos la protesta también es difícil de digerir. Si no contienen las manifestaciones, pudieran contagiar luchas por más libertades tierra adentro. Y si las reprimen con gases pimienta y lacrimógenos, como ya sucedió, pudieran generar mayor adhesión interna y condenas internacionales.
Esta disputa entre censura y libertad es extensión de aquella realidad que el gobierno chino quiso tapar con el lema “dos sistemas, un país”, acuñado después que tomó posesión de Hong Kong en 1997 tras 150 años de dominio británico. Pese a sus promesas de mayores libertades, siempre se supo que tarde o temprano el gobierno autoritario de Beijín cortaría algunos de los derechos que siempre consideraron privilegios y que han negado a sus 1.300 millones de habitantes.
Tampoco hay que confundirse. El uso y euforia que despiertan las nuevas tecnologías no prometen resultados automáticos. La “Primavera Árabe” no logró más democracia en Medio Oriente, ni las marchas en Ferguson acabaron con el racismo en EEUU, ni los estudiantes chilenos consiguieron educación gratuita.
Esto demuestra que las redes sociales y las nuevas tecnologías son medios, no fines y que también pueden usarse para el mal: Para acosar, divulgar mensajes de odio, promover pornografía o como armas de propaganda de los terroristas. A YouTube, Facebook, Twitter o Google no les está resultando fácil bloquear y filtrar todo ese tipo de mensajes, por lo que hay que aprender a convivir con ellos.
De todos modos, lo importante de estas revoluciones digitalizadas es que están ayudando a crear una mejor cultura de la denuncia, en favor de la búsqueda de soluciones. Antes, las entidades de derechos humanos conocían los problemas, pero carecían de pruebas. Ahora, a las evidencias las aportan los usuarios que las retratan con sus móviles y las hacen virales en las redes sociales.
Es difícil predecir qué sucederá en Hong Kong. Los miembros de “Occupy Central” piden cada vez más y las autoridades otorgan cada vez menos. Además de elecciones libres sin interferencias del partido central, los activistas ahora quieren la renuncia al líder de la ciudad. Mientras tanto, desde China continental se amenazó con “consecuencias inimaginables” si las marchas prosiguen; una alusión subliminal al miedo que todavía provoca la masacre en la Plaza de Tiananmen, aquella protesta juvenil que también exigía más libertad y democracia.
Pero a diferencia de la oscuridad en la que se produjo aquella barbarie en 1989, ahora los jóvenes en Hong Kong están iluminados y protegidos por las nuevas tecnologías. Esa es la revolución. 

Sunday, February 13, 2011

Serie Censorship

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Serie Censorship #1
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Serie Censorship #2
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Watercolor on Paper  
Serie Censorship #3
11 x 14 inches (28 x 36 cms)

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Serie Censorship #4
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Serie Censorship #5
11 x 14 inches (28 x 36 cms)

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Serie Censorship #6
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Serie Censorship #7
14 x 17 inches (36 x 44 cms)

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Watercolor on Paper  
Serie Censorship #8
14 x 17 inches (36 x 44 cms)

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Serie Censorship #9
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Saturday, January 8, 2011

Water Color Sketch

Watercolor and Pencil on Paper  
Serie Circo- Portrait #7
12 x 9 inches (w/Mat 14 x 11 inches)